Lo cierto es que esta sensación no se produce en todas las personas por igual ante una misma temperatura.
Siguiendo con el ejemplo anterior, seguro que en invierno ha habido alguna ocasión en la que, estando con amigos, tú tenías frío mientras que otro amigo tuyo no lo tenía (¡incluso puede que sintiera calor!).
Esto nos lleva a la premisa fundamental: la sensación de tener calor o frío no se produce a una temperatura concreta, sino que es algo subjetivo.
Muy bien, pero ¿por qué se produce esta sensación?
Hay algo esencial en esta explicación, y es que el calor tiende a transferirse de los cuerpos más calientes a los más fríos y nunca en sentido contrario de forma natural.
Así, en un día de invierno, nuestro cuerpo (unos 36ºC) estará a una mayor temperatura que el ambiente (unos 12º), con lo que le transferiremos calor. Esto quiere decir que perderemos mucho calor para cederlo al ambiente.
De igual manera, si te encuentras en un día de verano y suponemos una temperatura de 34ºC, también perderás calor, pero perderás muchísimo menos calor que el día frío.
Pues bien, tener calor o tener frío se reduce a un hecho sencillo:
Cada persona tiene un ritmo de perder calor que le es confortable (no sientes ni calor, ni frío), y siempre compararemos este ritmo con el que se nos presente.
Si el ritmo al que pierdes calor en determinada situación es superior al que tú consideras confortable, sentirás frío. De la misma manera, si el ritmo es inferior al que te es confortable, sentirás calor.
Es así de simple, con lo que no entres en discusión con nadie sobre si hace calor o hace frío porque es complemente subjetivo y no llegaréis a ningún acuerdo.
Nada más por mi parte.
¡Hasta la próxima entrada!
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